sábado, 7 de septiembre de 2019

Nudos de la garganta


  Todavía recuerdo aquellas calles que solía caminar, cuando extraño tanto las cosas, cierro mis ojos y allí está, intacta a pesar de tanto desastre y maltrato que ha llevado a causa de la crisis que derrumbo mucho en ella, mi ciudad, con sus cerritos y montañas, con su Av. Cedeño por la que solía caminar, aquella Av. Lisandro Alvarado que conocía como la línea más amplia de mi mano.  Y si, su sol, ese sol del que tanto me quejaba y que hoy extraño tanto.  

   Aún me veo caminando por la Av. Las Ferias para agarrar el transporte, o cuando caminaba para ir al liceo a trabajar, y si voy más atrás de los recuerdos, está Naguanagua, la UC y las "iguanas" para ir cuando estudiaba allá.  Se hace presente aquella avenida principal que me llevaba a los Guayos...entonces de pronto como una lluvia de amor, veo aquellos abrazos de mis estudiantes, escucho los "¡Buenos días!" de la señora que limpiaba todo para dejar el piso como un espejo en el que a veces solía patinar de lo resbaloso que quedaba, y yo creía que estaba en una pista de patinaje y Rosa me decía:

- ¡Profesora, se va a caer!.

   Para luego esconderme en un salón y trancarme con llave para que los muchachos me dejaran comer tranquila en el receso pues según ella:

- Andan como abejitas tras la miel, buscando sus cuentos y su cariño.


   No dejo que nada interrumpa ese momento, me quedo con ese instante y entonces mi mente trae más recuerdos: la gente, los rostros, esas sonrisas de gente desconocida que respondía a mi sonrisa si yo sonreía en la calle.  


   Abro mis ojos y desaparece todo, está este frío que me hace extrañar mi clima, y estas cuatro pequeñas paredes que me gritan:  "Vuelve a tu hogar", pero veo a mis dos niños, que pueden comer y llevar una infancia normal, que pueden estudiar sin tantas limitaciones y me digo que valió la pena llegar hasta este país que nos cobijó.  

   Vuelvo a cerrar mis ojos tratando que vayan apareciendo todos los recuerdos que me arropan el alma, esos recuerdos que te hacen cantar nuevamente la canción de infancia que cantaba la abuela, aquel regaño lleno de amor de los maestros de primaria para que dejara de hacer caricaturas y estar escribiendo cuentos que nadie leía, sólo eran para mí, y heme aquí, escribiendo nuevamente, desahogando el alma de tanto duelo, de tantas cosas que se atoran en la garganta, es un nudo que sube por el corazón, de esos latidos que se quiebran por tanta nostalgia, entonces van subiendo como suspiros a la garganta, sientes que la cara se te pone caliente y entonces los nudos bajan como lágrimas por los ojos...sin que nadie pueda verte, en silencio, llorando calladita para que los niños no se despierten, y tratando que no sean tantas de tal manera que mi cara no vaya a estar tan hinchada al madrugar e irme a trabajar.  

   Mamá me llama y pregunta si estoy bien, le digo que si. Después de todo, hemos sido enormemente bendecidos al poder sobrevivir al hambre y la miseria que me impedía alimentar a mis niños.  Es hora de descansar, veo la hora, vuelvo a cerrar mis ojos, esperando volver a soñar con mi Valencia, esta vez sin más nudos en la garganta.

Lili.  

#Leamosuncuento.

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